Nidia in Gaia

Diferentes u opuestos complementarios en el mundo de las/los curanderos andinos (Parte 1b)

Muchas de las mujeres prefieren a las curanderas que a los médicos, porque éstos no entienden su forma de ver su situación, son incapaces de ponerse en la situación de las mujeres y les crean desconfianza. Las curanderas son de gran importancia para todo lo que es la salud en la comunidad.   “Antiguamente las mujeres tenían, en secreto, sus plantas tradicionales, […] pero, ahora, con la influencia de la religión y la iglesia, muchos hombres dicen que no se deben usar porque es pecado, que eso es cosa del diablo, y así poco a poco se van dejando de lado el uso de estas plantas”[1].

Para esto es necesario explicar un poco el carácter de la medicina andina, que es ante todo ritualista por su carácter religioso y filosofía propia y se enmarca dentro de la COSMOVISION ANDINA. Esta cosmovisión era y es la esencia y forma parte de la interpretación de las relaciones existentes entre los hombres, la naturaleza y el universo. Por tanto, estaba contrapuesta a la filosofía de los dogmas religiosos católicos y a la lógica occidental[2]. Entonces ser curandera o curandero implica en la mayoría de los casos no solamente el manejo de las plantas o el manejo de las enfermedades, sino también la asociación que se hace con el hechicero (definición que esta lejos de la visión occidental de los hechiceros que han sido satanizados, y que yo relaciono más con una persona  cuya capacidad de percepción es más aguda: la sacerdotisa o sacerdote andinos): se realiza esta distinción porque dentro de la cosmovisión andina la visión de la enfermedad no es biologizada y no se separa el cuerpo del “alma” sino que hay una complementariedad y la visión es mas bien holística. La enfermedad  es  la representación de un desequilibrio que se tiene que restablecer, hay enfermedades de origen natural y otras de origen sobrenatural.

Dentro de la religiosidad andina tenemos a los yachachej que desempeñan un papel muy importante dentro de la vida espiritual de la comunidad, estos son: los yatiris (paqu, el que beneficia; laiqa, el que practica lo maléfico).  Los jampiris (en quechua) y yatiris (aymara) son los maestros o ritualistas, son quienes guardan y conocen más que ninguno el conocimiento de los orígenes de su pueblo. La tarea  es de origen divino, porque se indica que una divinidad le ha señalado para realizar este cargo, el rayo le ha tocado. Dentro de sus obligaciones con la comunidad prepara sacrificios de llamas o corderos, ofrendas de coca, mesas (ofrendas elaboradas con mezcla de coca,  confituras, incienso).

El laiqa es el que ha hecho pacto con el mal[3], se encarga de hacer encantamientos, de deshacerlos: es una persona temida por la comunidad, pero al mismo tiempo respetada debido al poder que tiene y porque con sus trabajos también cura enfermedades que aquejan a algunos. Al parecer tanto el laiqa como el paqu son necesarios[4] y sirven para mantener el equilibrio entre lo que es el bien y el mal. Los jampiris quechuas y yatiris  aymaras y laiqas pueden ser hombres o mujeres indistintamente[5].

Una historia[1]:

La tía abuela era curandera.  Una laiqa, no porque ella lo hubiera escogido, sino porque estaba predestinado que fuese así. Cuando aún no era todavía curandera,  se comportaba a veces como si fuera un animal furioso, con mucha energía y rabia. A ratos lloraba, porque se sentía incomprendida y no entendía lo que le pasaba. Ya alguien le había dicho que era que a ella la llamaban para que les sirviese o sea su intermediaria en este mundo y que tendría que hacerse ver con un coca q’awiri[2]. Ella negaba esa posibilidad porque dudaba y no creía, pero la sensación que sentía era ambivalente y la rabia no se apartaba de su lado. Después vino una crisis y la enfermedad, esta enfermedad es la que en nuestro medio se denominaría psicosomática. Andaba todo el tiempo enferma, para ese entonces tendría unos 20 años.

Sus mismos padres no la ayudaron ni orientaron, sino fue alguien de su comunidad, le dijo que fuese a hacerse ver con el un coca q’awiri. Hasta que no aguantó la crisis y como no sabia qué hacer, en su desesperación, buscó a un coca q’ awiri, uno de Kari Kari[3] y le preguntó qué era lo que pasaba. El hombre no quiso ver la coca ese día, pero la miró como si ella fuera alguien importante, de mucho valor y respeto. “No hoy”, le dijo, “vuelve otro día para ver”. El día señalado regresó el coca q’awiri, le entregó las hojas de coca en la mano para que formule la pregunta y en las hojas salía que su destino, su obligación para ella era que tenia que ser una curandera, era una  señalada para hacer algo.

Tiempo después de ese evento el q’awiri le pidió que buscase a otra persona para que la ayudase y ella fue en busca de un curandero que había resultado ser un laiqa. “No quiero, parece que es malo” se dijo a si misma, pero cuando habían mirado con el  q’awiri, la coca le había dicho que busque a esa persona. ¡Entonces por fuerza tenía que obedecer el mandato…!

 

[1] Entrevista a Wamán Villca. 2006.

[2] Persona que tiene la capacidad de leer las predicciones o el destino en la hoja de coca

[3] Población quechua ubicada en el departamento de Oruro

[1] Hernández, Teresita y Murguialday, Clara. Mujeres indigenas, ayer y hoy. Aportes para la discusión desde una perspectiva de género.  Madrid, Talasa ediciones S.L.., 1992.

[2] Prado, Carlos. Escritos inéditos, Cochabamba, 2005

[3] En el sentido occidental, la influencia de la doctrina del cristianismo ha ido tiñendo y a veces estigmatizando las prácticas de los curanderos tradicionales. Si bien es cierto que el laiqa oficia para perjudicar, también puede curar, no necesariamente deberíamos referirnos en términos de bien-mal. El supay andino no es el diablo cristiano como se ha querido hacer entender, el laiqa ha hecho un pacto con el supay no con el diablo cristiano. Sin embargo, la diferencia principal entre el laiqa y jampiri  radica en su mandato o misión a cumplir, encomendada por sus antepasados.

[4] Todo tiene su pareja opuesta dentro de la vision andina

[5] Llanque Chana, Domingo. La cultura aymara, desestructuración o afirmación de identidad. Lima, Instituto de Estudios Aymaras (IDEA), “Tarea”, 1990.

Ud está en Parte 1

Leer Parte 4

Leer Parte 2

Leer Parte 5

Leer Parte 3

Leer Parte 6