Diferentes u opuestos complementarios en el mundo de las/los curanderos andinos (Parte 3)
También se maneja el concepto de janaj pacha, kay pacha, el uqhu pacha[1]. Estos conceptos son enseñados en general, sin embargo, existen otros niveles que integran éstos. Por ejemplo el ñaupa: el adelante; “a mi izquierda” (lloqe); “a mi derecha” (phanna); “detrás de mí”. Por debajo del uqhu pacha está el centro de la tierra, que es otro umbral. Todas esas ubicaciones tienen que estar bien situadas para poder trascender hacia otro mundo, hacia otro umbral o nivel durante los rituales. Estos son los límites físicos que sitúan a la curandera en el universo, en momento en que realiza la curación o el ritual.
El poder que permite atravesar estos límites concentra la energía y no todo el mundo lo posee, se concentra la fuerza y en algunos casos se invoca a otro ser más fuerte que pueda acudir en ayuda.
Se puede invocar por ejemplo a un sapo, y a través de un sapo atravesar con su ayuda un nivel, se puede tomar la forma de un ave y, así atravesar el nivel de arriba y más allá. Porque, tanto el ave y el sapo no son los que conocemos, sino que se invoca al espíritu del sapo y del ave, entonces se va/traslada al mundo mítico. Al nivel que nos antecede como humanos. Donde podemos encontrar a todos los seres con poder y con autoridad.
Las curanderas tienen poder porque es la fuerza que les permite romper cualquier frontera o barrera, o atravesar cualquier puerta. Tienen autoridad porque ésta les es legada por otro ser “Superior mayor”[2], que les encomienda o les da potestad para que digan que vienen “en nombre de” y que se le deje pasar a otros niveles.
En el mundo donde se mueve la curandera las montañas son seres tutelares, no son dioses cristianos propiamente dicho, pero son omnipresentes y omnipotentes, y tienen dos potestades: a lo largo de miles de años han llegado a adquirir tanta fuerza y poder que pueden abrir los umbrales de lo que se llamaría Bien y Mal, pero estos términos tampoco se adecuan con precisión total, pues Bien y Mal no existen en realidad, que son el lloqhe y el phanna, los opuestos complementarios, la fuerza que por un lado da todo lo positivo, productivo, lo que hace crecer y ayuda y, que por el otro, puede empujar hacia lo contrario, que despoja de toda la fuerza, que arrastra hacia cosas desagradables. Las montañas tienen distintas denominaciones según la región geográfica, pueden ser llamadas apus, o achachilas, mallkus, machulas.
En el mundo donde se mueve la curandera se encuentra con seres de este mundo y también con seres sobrenaturales. Interactúa con ellos. “Habla sus lenguas” o conoce como “llegar a ellos”. “Nosotras transmitimos nuestra sabiduría por medio de cánticos, mi abuela me ha enseñado, ahora tú estás escuchando” me dijo una de las curanderas. En el ámbito de la curandera se transmite la sabiduría por la madre y el padre.
Las divinidades son seres impersonales, pero pueden personificarse. Por ejemplo: el Dios de la selva tiene la responsabilidad de velar por toda la selva, la Amazonía. El habita ese lugar; puede tomar la forma que desee, si se le invoca, puede que responda o no. Tiene sus propios guardianes y encomendados. Sería como una reproducción del mundo que vivimos, pero en otro orden. Estos encomendados y guardianes, son los que se encargan por ejemplo: de un rio, o un bosque, de una montaña, dentro de toda esa inmensidad o de cualquier grupo de seres. Así tenemos a la serpiente, el jaguar, el jukumari[3], las aves, los caimanes. Cuando nos referimos a ellos estamos haciéndolo siempre a partir del espíritu de los animales.
A nivel personal depende de la fuerza que cada curandera o curandero haya acumulado para determinar hasta dónde llega y cuál es su posibilidad de traspasar un límite.
“Mi hijo está por morir” le dicen, y preguntan si se morirá o qué va a pasar con él. Le piden que “vea”. La primera advertencia que la curandera realizara será decir que ella es también un ser humano y lo que se vaya a decir solo será una respuesta de lo que está detrás umbral o de esa puerta, que puede ser atravesada a partir de la voluntad de los que ya antes que nosotros han ido preparando el camino de cada uno. Entonces, el límite en ese momento es decir a las personas consultantes: “yo les voy a decir lo que a través de la hoja de coca, que es mi instrumento para ver o atravesar ese umbral se muestra, pero no soy yo la que lo diga como verdad, sino que les mostraré lo que digan esos seres detrás del umbral”. La curandera se convierte entonces en intermediaria.
En otra circunstancia, las personas pueden preguntar si las curanderas pueden viajar en el tiempo. “¿Puedes ir hacia el pasado, el futuro, hacia otro tiempo y lugar?”, “¿Tienes el poder para hacer eso?” Es otra pregunta. La respuesta será: “si está permitido es posible realizar tales viajes, depende del permiso que se tenga”. Ahora bien, esto no se hace por curiosidad o por satisfacer el ansia de saber, de experimentar, pero sí en situaciones de bastante necesidad genuina. Como por ejemplo, cuando sabemos que hay una época en la que no se sabe cuál es la causa de algún mal, en la población en la gente o la familia. Ahí es cuando se viaja, se pide todo el permiso, y se hace toda la celebración necesaria para ir más allá de tan solo la visión actual.
Si no se sigue este procedimiento o no se logra responder con todos los pasos y rituales, correspondientes, se corre un riesgo de perder el poder y por tanto hay una reacción de quienes están detrás de esos umbrales, porque eso sería igual que entrar a una casa, atravesar la puerta, sin saludar, sin tocarla y violentando la armonía de los que habitan al interior o detrás de esa puerta.
El miedo no es una frontera como se piensa generalmente, es una debilidad propiamente humana y se puede convertir en el límite que impide atravesar los umbrales. La duda, la inseguridad surgen a partir del miedo. Por ejemplo: una persona considerada “normal” puede encontrarse frente a una montaña, una cueva, un lago, u otro ámbito, y los seres que los habitan le dicen “Ven, aquí te espero. ¿Porqué no vienes?, Quiero recibirte”. Pero, como la persona tiene miedo, esto la limita, porque puede ser que no haya hecho nunca eso, “no puedo, no sé”, “quiero ir y algo me obstaculiza”, dice. Toda esa situación puede ocasionar dos cosas: si la persona no quiere ir, entonces el ser aparece en nuestro mundo a través del sueño. Otra forma puede ser que la entidad “manda” una enfermedad conocida en algunos casos como enfermedad de gloria, donde es posible a través de esta enfermedad atravesar el umbral, aunque en algunas situaciones o casos, si uno se atemoriza tanto, lo primero que le ocurre es el desquiciamiento, o locura, porque los sueños son repetitivos y, “El otro lado” siempre aparece. Si no se hace caso, esto continúa hasta que llegue la enfermedad y eso acaba físicamente a la persona. Entonces su espíritu o su ajayu, deja su forma corporal y se transforma en una fuerza impersonal como la que la llama: “Porque no hizo caso cuando le llamó”.
Concluyo esta parte, continúa.
[1] Son los tres niveles de cómo se describe el cosmos y la posición del humano en él: El cosmos se divide en tres niveles. PACHA es el concepto de tiempo y espacio, es la experiencia de la existencia dentro la realidad cósmica donde humanos y no humanos se interrelacionan. Janan Pacha o mundo de arriba, donde residen los seres celestes; el Sol, la Luna y las estrellas. En el mundo de aquí; o Kay Pacha (donde está ubicada la Pachamama), habitado por los espíritus, hombres, animales y plantas, el planeta tierra. El Uqhu Pacha o mundo de abajo, se encuentran los muertos, las semillas y los mallquis. Donde las deidades del interior de la tierra habitan, morada de supay. Estos tres mundos se encuentran en continua comunicación, así; el Uqhu Pacha y el Kay Pacha se comunican fisicamente por medio de pacarinas o accidentes geográficos tales como las cavernas, manantiales, lagunas, cráteres. Por otro lado, el Kay Pacha y el Janan Pacha, se comunican a través del hombre que se convierte en mediador e intérprete de los mundos.
[2] Se entiende como deidades o seres ancestrales a aquellos espíritus o antepasados que han logrado un nivel de desarrollo más profundo y extensor. En el contexto andino éstos son conocidos como achachilas, apus, machulas